Elena Molina, del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CSIC): “La mayoría de niños que sufren alergias van al psicólogo”

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Santander, 12 julio 2022.- “La mayoría de niños que sufren alergia van al psicólogo”, ha destacado Elena Molina, científica del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CSIC) y directora del curso ‘Alergias alimentarias: un nuevo reto para el S.XXI’, durante la rueda de prensa posterior a la sesión inaugural que ha protagonizado junto a Daniel Lozano, inmunólogo del hospital Monte Sinaí, de Nueva York.

Para la doctora Molina, los niños alérgicos “sufren de una manera muy clara y están estigmatizados”. Un hecho que se pone de manifiesto cuando son separados en el colegio y no comen junto al resto de sus compañeros. También, cuando restringen su vida social por ser objeto de bromas de mal gusto, sufren acoso, no son invitados a cumpleaños incluso por los propios padres (por temor), y tienen cuadros de ansiedad por ir a nuevos sitios o restaurantes.

En definitiva, cuando hacen todo lo posible según la investigadora por evitar una serie de actuaciones que les pueden salvar la vida, como ir al hospital o ponerse la inyección de adrenalina, y que no llevan a cabo por el estrés social que sufren, sobre todo, en la edad adolescente. Muchos de estos factores derivan en el absentismo de los niños en la escuela, ya sea por los fallos de los comedores o por acoso derivado de sus alergias: “Están desarrollándose muchos casos de bullying y acoso”, ha explicado Molina, al tiempo que ha destacado la ansiedad y el estrés que supone para los padres tener un niño alérgico: “Estar expuesto a que tu hijo tenga una reacción hace que hasta un 90 % de los padres acudan a terapias para superarlo”.

 

Alergias y entornos urbanos
A día de hoy, las alergias alimentarias afectan al 2 % de los adultos y del 5 al 8 % a los niños menores de 14 años. Las causas se fundamentan en la hipótesis de la higiene, que no solo supone la burbuja de ciertos niños y el uso excesivo de detergentes, sino también la salida del entorno rural: “Nos estamos urbanizando, y eso supone menos infecciones, parásitos, convivencia con animales, y mayor uso de antibióticos. Las cifras son abrumadoras y suponen un reto para la salud pública y para la investigación”, ha manifestado Lozano.

El curso

Este curso, organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en colaboración con el CSIC en el marco del 90 aniversario de la institución, pretende abordar los diferentes prismas de la situación actual ante el incremento exponencial de la prevalencia a alergias alimentarias y, por ello, ponentes de diferentes especialidades se unirán desde el punto de vista clínico, tecnológico y de investigación básica para poner en común diferentes perspectivas sobre el desarrollo y evolución de las alergias alimentarias en los próximos años.

Lozano ha apuntado que, desde el año 2010, las alergias alimentarias han aumentado en torno al 60 %, y la principal hipótesis es la higiene, fundamentada en que desde los entornos urbanos se protege a las nuevas generaciones. Esto afecta al desarrollo de respuestas inmunes frente a elementos que deberían ser cotidianos como las proteínas de los alimentos: “Al estar un ambiente tan ‘burbuja’ se están desarrollando reacciones inmunes contra estas proteínas que deberían ser inocuas”.

Las alergias alimentarias se empiezan a desarrollar a partir de los tres años según la doctora Molina y, en los próximos años, se conocerá si la generación de la pandemia ha sido afectada en el desarrollo de esta enfermedad. Además, diferentes estudios apuntan que la introducción temprana de cacahuete, huevo y leche, entre los cuatro y los seis meses de los bebés, induce la tolerancia a estos alimentos. El objetivo actual de los investigadores es saber si esto es igual para el resto de los alimentos alergénicos. De momento, las guías ya han cambiado y los pediatras y alergólogos dan el consejo de introducir lo más pronto posible los alérgenos que sí pueden inducir tolerancia, según ha agregado la investigadora.

Factores desencadenantes

La alimentación más tradicional, la más moderna, o la introducción de nuevos alimentos, pueden ser desencadenantes de alergias. También los alimentos modificados genéticamente. “Cualquier alimento puede provocar alergia y cualquier modificación que se de en el mismo también, ya sea por el procesado, la digestión, o la forma que combinamos con los nuevos alimentos”, ha añadido Molina.

Costes
Las alergias alimentarias no tienen ningún tratamiento y este curso pretende que diferentes profesionales, de forma conjunta, puedan abordar una solución. “Necesitamos tratamientos definitivos que nos permitan un ahorro en salud pública, porque un paciente alérgico a un alimento lo será probablemente de por vida, y eso supone acudir a las consultas y al sistema de salud español”, ha explicado Lozano. En este sentido, ha recordado que además del gasto médico que supone acudir al hospital, la mayoría de alergias se dan en niños y los padres tienen que faltar al trabajo por lo largos y tediosos que son los procesos.

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