En recuerdo de José Antonio Lasheras y su legado en la UIMP

Madrid.- "La emoción es lo único que no podemos ofrecer en la Neocueva", dijo el pasado verano José Antonio Lasheras en las aulas de la Magdalena, donde vertió una vez más su pasión y su enorme capacidad divulgativa al frente de la Escuela de Arte y Patrimonio Marcelino Sáenz de Sautuola, de la que se han celebrado cinco ediciones en la UIMP. El director del Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira, fallecido el viernes en accidente de tráfico, ha sido un referente de la programación de Cursos Avanzados de verano de la universidad a través de este foro académico en el que reunía a los más acreditados expertos nacionales e internacionales en la preservación del arte rupestre.

Gracias a él, la reflexión sobre el difícil equilibrio entre conservación y apertura a los ciudadanos, no exenta de tensiones, ha sido debatida en la UIMP con criterios científicos y desde la plena conciencia de la trascendencia patrimonial de ese legado. Con vistas a la programación de 2016, ya había propuesto y ultimado una nueva edición de la Escuela que la Universidad tiene la voluntad de celebrar.

Lasheras, que dirigió el museo de Altamira el último cuarto de siglo, supo explicar como nadie el latido de la humanidad que la Cueva encierra, y logró mantener vivo el interés por ella cuando se cerró al público. La puesta en marcha de la Neocueva supuso un hito en su ejecutoria y se convirtió en un modelo a imitar por otros yacimientos paleolíticos. El museólogo y conservador deja en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo una huella indeleble de sabiduría y magisterio para quienes pudieron disfrutar de sus charlas y ponencias y también para las futuras generaciones. Descanse en paz.

Fotografía: Juan Manuel Serrano