Gäel de Guichen: “La conservación es al patrimonio cultural lo que la medicina al ser humano”

Santander. – En ausencia de Gäel de Guichen, responsable de los estudios del estado de la cueva de Altamira que determinaron su reapertura controlada al público, Concha Cirujano, restauradora del Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE), ha leído en el aula de la V Escuela de Arte y Patrimonio Cultural Marcelino Sanz de Sautuola la conferencia del ingeniero químico y consejero del Centro Internacional de Estudios de Conservación y Restauración de Bienes Culturales (ICCROM) en la que se resumen las conclusiones de su investigación.


El discurso leído por Cirujano en la jornada de clausura del curso ha comenzado con una reflexión del ingeniero sobre el hecho de que "la conservación es al patrimonio cultural lo que la medicina al ser humano", sobre lo que ha añadido que "al igual que en medicina existe la medicina preventiva y la curativa, para el patrimonio existe la conservación preventiva y la conservación curativa".

"La conservación no es un objetivo en sí mismo", ha sentenciado de Guinchen, sino que "es sólo una herramienta que permite proteger el bien y, a la vez, transmitir al público los mensajes que encierra el bien cultural".
El consejero del ICCROM ha querido expresar su deseo de que "si Altamira puede ser contemplado aunque sólo sea por una persona al día, habremos hecho bien nuestro trabajo".

En cuanto al trabajo realizado en estos dos años, De Guichen ha afirmado que "han sido necesario el esfuerzo de sesenta y cuatro personas para dar respuesta a las preguntas y al encargo que nos encomendó el Patronato". Las dos preguntas fueron : ¿cuál es el estado de la cueva? y ¿cuál sería el efecto de las visitas experimentales?.
Para el experto, "conservar pinturas rupestres situadas en el interior de una cueva es uno de los mayores desafíos a los que me he enfrentado", ya que en gran medida depende de factores externos sobre los cuales no se tiene ningún control. A este respecto, ha constatado que sus estudios de ingeniero químico superior no le habían preparado para gestionar "semejante situación".

Por otra parte, ha explicado que "hace falta tiempo para escuchar hablar a la cueva: una cueva no es un mundo de silencio, pues este se ve perturbado por el sonido de las gotas de agua cayendo de la bóveda". A veces, ha continuado, no son gotas de agua sino "verdaderas cataratas".

El conservador ha conseguido poner en situación a la audiencia cuando ha relatado que una cueva puede generar un sentimiento de fuerte inquietud "si vuestra lámpara se rompe o deja de iluminar". Y ha recordado que él ha intentado varias veces encontrar la salida en la oscuridad total, y "es una experiencia que calificaría de interesante".

Efectivamente, la conservación de las pinturas prehistóricas depende de las condiciones del entorno: temperatura, humedad relativa, dióxido de carbono, circulación del aire, condensación, microorganismos en el aire, microorganismos en la roca... La medición de todo ello será realizada por físicos, químicos, geólogos y biólogos. Por primera vez en la historia de la cueva de Altamira, dentro de un programa de investigación, un grupo de conservadores-restauradores tuvo como principal tarea observar las pintura. Sobre esto, el ingeniero ha asegurado que "sólo la observación hecha por el hombre y registrada en condiciones absolutamente idénticas mediante imágenes fotográficas, permitirá hoy decir si las pinturas se han visto o no afectadas".

Si la presencia de bacterias, una ligera variación de temperatura, cambios de humedad o la presencia humana tienen como efecto originar daños en las obras de arte, entonces "se deberían cerrar de inmediato todos los museos del mundo, como el Museo del Prado o como el Museo del Louvre. Pero no es este el caso".

Las cuevas prehistóricas son testimonios escasos, excepcionales y frágiles. Pero, ¿es esta razón suficiente para no permitir el acceso a las personas?

Como datos informativos, en el año 2002 Altamira recibía aproximadamente 12.000 visitantes al año, sin que aparentemente se hubiera planteado ningún problema en los veinte años anteriores. Por lo tanto, no sería justo decir que cueva prehistórica signifique cierre al público, y que la única solución pasa por realizar una réplica.

En este curso se han presentado los estudios realizados en Altamira a lo largo del tiempo y las mediciones indican que hoy la cueva de Altamira "recobra las condiciones iniciales". Paralelamente, las observaciones visuales y las imágenes de las pinturas no muestran ninguna alteración que pueda ser achacada a esta presencia humana.

Es a los responsables del patronato a los que toca decidir qué personas estarán autorizadas a acceder a la cueva. De Guichen repartiría el tiempo en tres partes iguales: un tercio a los prehistoriadores, un tercio al público y un tercio a los físicos, químicos, restauradores y responsables encargados de aplicar el plan de conservación preventiva.